Entrevista a Fernando Casado, Director de GlobalCAD
Por: Susana Samaniego
Fernando Casado, fundador y director de GlobalCAD, lleva más de 20 años trabajando con organizaciones internacionales, empresas privadas y gobiernos en el campo del desarrollo social. Es Ph.D. en Ciencias Económicas y periodista especializado en proyectos relacionados con el desarrollo económico y sostenible. Ha trabajado como asesor estratégico de una variedad de organizaciones internacionales (como PNUD, ONUDI, UNDSD, PNUMA, OCDE, BID y el Banco Mundial) y ha sido el coordinador general de la campaña de los Objetivos de Desarrollo del Milenio del PNUD en España.
Autor de varios libros y artículos, así como director de documentales sociales sobre cuestiones de desarrollo e injusticias sociales, ha liderado, junto a Paula García, consultora en cooperación al desarrollo y procesos de transformación urbana, uno de los proyectos documentales más inspiradores de los últimos tiempos: Towards the Human City.
El proyecto, que ha documentando hasta la fecha más de 83 historias de buenas prácticas urbanas sostenibles e inclusivas, ha recorrido más de 47 ciudades y tiene aún como objetivo alcanzar los 101 videos de iniciativas urbanas. Todas ellas orientadas a comprometernos más con nuestras ciudades y a promover la transformación social desde los territorios locales. De hecho, tras recorrer América, Asia y África, Fernando y Paula acaban de finalizar el último tramo del proyecto por el norte de Europa, cerrando así el ciclo de identificación de iniciativas y liderazgos urbanos que muestren el potencial ciudadano para transformar sus entornos.
1. Fernando, ¿cuándo y cómo surge el proyecto “Towards the Human City”?
R: Fue en el año 2013, a raíz de una conversación con mi pareja Paula García. Ella trabajaba para el Banco Mundial y vivíamos en Washington en un contexto de múltiples viajes, hasta que un día nos hicimos la pregunta: “Si dejáramos Washington, ¿dónde nos gustaría vivir?”. Eso nos llevó a reflexionar sobre cómo escoger la ciudad de tus sueños, y en función a qué factores. Descubrimos que había poca información, y además confusa, sobre lo que es una ciudad perfecta en relación al nivel de calidad de vida, a la sostenibilidad, al crecimiento económico y con oportunidades, una ciudad amigable con los niños…, en resumen, una ciudad más humana.
Vimos que aparte de rankings y algunos estudios patrocinados con intereses muy claros, no había un consenso global sobre la definición de “ciudad humana”, y decidimos intentar definirla. Nos encontramos con mil ejemplos de smart cities y de cómo la tecnología mejora la eficacia de la ciudad, pero con muy pocos ejemplos documentados de cómo los ciudadanos, y no las empresas, contribuyen a convertir una ciudad más humana a través de la movilización social o de sus propias iniciativas. Nos propusimos que esto no fuera un pequeño estudio sino más bien un compromiso.
2. ¿Cuál fue la metodología a seguir?
R: Planificamos los viajes y nos dimos 6 meses para buscar financiación, articulamos el proyecto y creamos una metodología basada en 10 dimensiones que articulan una ciudad humana: espacio público, educación, salud, nutrición, movilidad, seguridad, cultura, desarrollo sostenible, juventud, vivienda. Dentro de las 10 dimensiones formulamos indicadores no académicos, sino más bien de carácter ciudadano, pensados para la gente. Por ejemplo, a nivel de ‘ciudad segura’: que una mujer en el centro de una ciudad, pueda volver a casa de madrugada, sin percepción de inseguridad. A nivel nutrición y alimentación: que en un ratio de cercanía, caminando a menos de 5 km, puedas encontrar mercados de proximidad.
No queríamos hacer un índice agregado, ni rankings, tampoco queríamos comparar ciudades, porque consideramos que hay un exceso de estudios de ese tipo. Nosotros quisimos abordar otra perspectiva, en la cual importa más la colaboración que la competencia. Nos interesaba que las ciudades colaboraran entre ellas y pensábamos que con la ayuda de un vídeo que divulgara sus experiencias, podrían potenciarse y ayudar a que se replicara en otras ciudades.
3. No se trataba de una medición, sino más bien un registro cualitativo.
R: Exacto, nosotros no quisimos hacer la cuantificación de la calidad de la humanidad, sino identificar ejemplos transformadores. Posteriormente, en el proceso de investigación nos dimos cuenta que, además de identificar, documentar y comunicar, se requería de un cuarto componente: conectar. Y esto debido a que nos lo empezaron a solicitar los propios líderes urbanos, y es el componente que estamos desarrollando ahora. El objetivo es documentar 101 iniciativas transformadoras lideradas por la sociedad civil en las ciudades. Sin embargo, cuando identificábamos un liderazgo transformador, desde la administración pública, documentamos ese proceso, como fue el caso de Medellín (Colombia) o Bandung (Indonesia).
4. ¿Cómo se realiza la primera selección de ciudades?
R: Inicialmente hicimos mucho análisis de rankings de mejores ciudades para vivir, de las más sostenibles, etc, y nos hicímos una idea de las ‘top best’. Muchas de ellas, occidentales. Sin embargo, nosotros teníamos clarísimo que queríamos empezar a trabajar con países en vías de desarrollo, y por elección personal, decidimos empezar por Colombia.
También tuvimos claro que queríamos acabar en la India, porque es un país muy innovador y nos permitía ahondar en un área que nos interesaba mucho, como son las iniciativas en base de la pirámide (BdP) con comunidades de bajos ingresos, con mucho mucho éxito y liderazgo. En América Latina escogimos países principalmente basados en el liderazgo del desarrollo urbano, como Ciudad de México D.F.; como Brasil con las iniciativas de pacificación de las favelas y de la lucha contra el hambre en un contexto de pobreza, creando huertos urbanos; o Porto Alegre con los presupuestos participativos. Buscábamos modelos interesantes y participativos.
El proyecto fue bastante libre y flexible, con un programa abierto que nos permitía realizar cambios de ruta en cada viaje. Creamos un comité editorial como comité asesor externo que nos fue muy útil, con gente muy prominente del BID, de UNHabitat, de la academia, y gente que nos inspiró mucho. Adicionalmente en cada ciudad visitada, nos sugerían entrevistar a alguna persona, y así el proyecto fue cogiendo su propia forma.
5. Y finalmente construyen la representación geográfica para las 101 iniciativas
R: Si, en América Latina, recorrimos México, Brasil, Colombia y Argentina. Luego recorrimos África, bajando desde el norte de Etiopía hasta Sudáfrica por el este del continente, pasando por Ruanda, Uganda, Kenia, Sudáfrica y Etiopía. En el sudeste asiático recorrimos Vietnam, Tailandia e Indonesia, que fue fascinante. Luego cruzamos la zona de Asia central y oeste, atravesando China, Hong Kong y Taiwán. Para llegar hasta Corea del Sur y Japón. Dimos la vuelta por detrás y fuimos a Norteamérica, hacia San Francisco, Vancouver, Boulder, New York y Washington.
Dejamos Europa para el final de manera intencional. No queríamos viajar por el mundo viendo las problemáticas de las ciudades mundiales con la perspectiva de cómo funciona en Europa (entendida como capital del urbanismo y referente de escala humana). Al contrario, considerábamos que sería interesante volver a Europa para mostrar a esa otra ciudadanía que con todas las adversidades que enfrentan, están luchando para mejorar sus ciudades con pocos recursos. Quisimos mostrarlo y plantear reflexiones sobre: ¿Cómo aplicarían un “Bicing” u otras soluciones de movilidad en ciudades como Níger, donde no hay dinero para electricidad?. Nos interesaba crear ese intercambio de experiencias.
Pusimos énfasis en ciudades intermedias con alcaldes jóvenes – que llegan con muchas ganas y enfrentan maravillosas revoluciones con pocos recursos – para darles el mensaje de que pueden crear una ciudad humana sin necesidad de megaeventos o grandes inversiones en infraestructuras que generen deuda para los próximos 30 años, ya que existen muchos ejemplos de medidas concretas “low cost”, que con voluntad y con participación ciudadana, pueden transformar tu ciudad.
6. ¿Qué ingredientes identificaron en los ciudadanos que impulsaron iniciativas transformadoras de su entorno?
R: Gran pregunta, porque las personas fueron lo más interesante de todo el viaje y todas compartían un reto social, una adversidad que perjudicaba su calidad de vida, todos sufrían por “unos aspectos urbanos” que les perjudicaban, ya fuera no tener accesos a la alimentación, por la violencia urbana, con la polución afectando a sus hijos…etc. Había un problema social, casi siempre de responsabilidad pública que no se resolvía y que afectaba su día a día. En segundo lugar existía un compromiso, pensaban: “Esto, si no lo hago yo, no lo hará nadie”, “esta es mi responsabilidad” o “entre todos lo cambiamos”. Existía una certidumbre de que su papel como individuo podía cambiar la ciudad.
Esto es muy importante si pensamos en la juventud, porque a veces la juventud parece resignada a aceptar la ciudad que le toca vivir. Y sin embargo, cuando surgen estos líderes que tienen claro que la ciudad es de todos, que la ciudad se construye cada día con la implicación de todos y que se han de quejar cuando toca, pero sobre todo, se han de implicar para mejorarla. Todos y todas tenían este componente de activista urbano. Decían: “yo puedo cambiar esto con implicación y es una responsabilidad mía porque sé que lo puedo hacer”.
Un tercer componente sería, un liderazgo, un carisma con determinación. Son factores más de ejecución que hicieron que sus modelos tuvieran éxito. Hay mucha gente que no se resigna y quiere realizar cambios, pero a la tercera curva abandona. Sin embargo estos líderes eran tercos (en el buen sentido) y se empeñaban en transformar intentándolo una tras otra, tras otra…. Todos habían superado veinticinco adversidades hasta lograr cierto impacto.
Otra característica es que la mayoría de ellos iniciaban los proyectos sin financiación: no empezaban con un cheque, ni con apoyo de nadie, sino que daban respuesta a un problema con muy pocos recursos. Y esa falta de recursos hizo, curiosamente, que sus proyectos fueran más resilientes y más autosuficientes. Luego, en algunos casos, llegaron los recursos, incluso muchos ayuntamientos, mirando el éxito de estas iniciativas acabaron financiándolas y replicándolas con el apoyo de estos líderes..
7. ¿Dirías que existen aspectos culturales que fomentan esta voluntad de emprendimiento social?
R: Nos lo hemos preguntado mucho y forma parte de las conclusiones que queremos desarrollar con el objetivo de que sean herramientas para los ayuntamientos en el diseño de hojas de ruta que fomenten la participación y la iniciativa ciudadana. Identificar esos elementos es la receta que todos buscan y es interesante hacer la comparativa regional, por ejemplo, en Latinoamérica existe una cultura asociativa mucho más madura que en Asia. Mientras que en América Latina el movimiento asociativo está cada vez más cohesionado y pasa con facilidad de la ciudadanía a la participación política, en Asia las iniciativas que documentamos eran más individuales. No encontramos movimientos cívicos tan organizados sino más bien iniciativas dispersas.
Hay que tener claro el contexto cultural a la hora de fomentar iniciativas ciudadanas transformadoras, porque por ejemplo en África y Asia, incentivarlas desde las instituciones públicas, en algunos casos, te puede llevar a la cárcel. Existen movimientos sociales, por ejemplo relacionados a libertades sexuales, que están penalizados (en Vietnam, en Kenia, en Uganda…) con la muerte o la cadena perpetua, allí el activista tiene otro perfil. Cosa que en América Latina, ya se ha superado.
Dicho esto, creo que es responsabilidad de las entidades públicas fortalecer esa gran herramienta que es la innovación desde la ciudadanía. Esto se logra trabajando con ellos, generando esos espacios de participación, de manera paulatina, gestionada y moderada, ya que abrir las vías de la participación requiere, por parte de la sociedad, de cierto grado de madurez. Hay herramientas para canalizar estas iniciativas como son los comités ciudadanos, porcentajes de presupuestos participativos como mecanismo cultural, priorización de inversión pública por barrios, etc.
Las instituciones públicas aparte de generar estos mecanismos de participación y de diálogo, también debe financiar premiando y empoderando el fortalecimiento de las iniciativas. La gente necesita también reconocimiento y espacio. Esto es fácil para una institución pública, sólo basta con bajar a la calle, identificarlos y reconocerlo. Con esto ya se logra mucho.
8. ¿Podrías compartir con nosotros algunas de las iniciativas identificadas?
R: Sí, por ejemplo la iniciativa colombiana en Bogotá: “Cebras por la vida”. Es una iniciativa que identificaba cuáles eran los cruces de las calles donde había más atropellos y muertes de peatones, y tras realizar el mapeo vieron que coincidía con cruces sin pasos de cebra señalizados. Y es así que la comunidad del barrio, decidió pintar pasos de cebra con diferentes colores, convirtiéndose en una especie de fiesta ciudadana, donde niños y abuelos salían a pintar y señalizar con franjas de colores los pasos de peatones. Empezó de manera ilegal y acabó siendo aprobada por el ayuntamiento como iniciativa ciudadana. El mensaje era que las cebras de colores son las de los ciudadanos, que no sólo detienen a los coches, sino que recuerdan al ayuntamiento dónde hace falta un paso de cebra (los del ayuntamiento son de color blanco) para que cumpla con su responsabilidad. Es una iniciativa low cost que se ha replicado en África y en otras partes de América Latina.
Parecido es el caso de Peatónito (un enmascarado de la lucha libre mexicana), quien dijo que no eran suficientes las medidas de seguridad vial y se disfrazó de luchador para salir a la calle y defender a los peatones. Otros ciudadanos disfrazados de super héroes han salido a las calles de América Latina con el mismo propósito. Otra iniciativa es la de dos niñas pequeñas en Bali (Indonesia), Isabel y Melati Wijse, que hartas de ver cómo los mares se llenaban de plástico, decidieron poner en marcha una iniciativa de recogida de plásticos en las playas: “Bye, bye plastic bags” invitando a niños y jóvenes a participar en este ejercicio ciudadano de compromiso y concienciación medioambiental. Lograron que el Presidente de Indonesia, con el apoyo del antiguo secretario de la ONU, Ban Ki-moon, valorara un cambio de ley para la prohibición del plástico. Se generó todo un movimiento político para prohibir el plástico en las islas que llevó a algunas empresas a valorar la posibilidad de embotellar agua y refrescos en otro tipo de envases y a crear una mesa de diálogo para solucionar el tema del plástico en las islas.
Son historias que devuelven la esperanza en el valor de las personas y su capacidad como ciudadanos para construir ciudades más humanas.
- Para conocer más iniciativas del proyecto, visita la página web https://towardsthehumancity.org/es/ y accede a los vídeos y las entrevistas.