Por Mar Cerezo, consultora de IdenCity.

Con la llegada de los Fondos Next Generation, así como de otras fuentes de financiación orientadas a la transición ecológica, digital y a la mejora de la cohesión social y territorial, se puede esperar un aumento de actuaciones de calado sobre el territorio español y europeo. Aunque en los últimos años el ámbito rural ha ganado protagonismo en la agenda nacional, las ciudades continúan planteando algunos de los principales retos en los ámbitos señalados. Se divisa por tanto el inicio de numerosos procesos de transformación urbana en los próximos años. Estas transformaciones serán de diferente alcance y de carácter más o menos sectorial (Gobierno de España, 2021). Este artículo pretende abordar las transformaciones urbanas que tienen por objeto la regeneración de barrios segregados y su mejor integración social, económica y territorial dentro de las ciudades de las que forman parte. Concretamente se busca ahondar en los consensos que se extraen de la literatura de referencia, así como de la propia experiencia de Idencity en torno a este tipo de proyectos, con la intención de contribuir a generar transformaciones reequilibradoras del territorio.

Así, los consensos que se destacan acerca de los procesos de transformación urbana son  los siguientes:

  • Los procesos de transformación urbana han de estar guiados por una estrategia con objetivos evaluables

En una transformación urbana toda actuación debe estar alineada con una estrategia que guíe no sólo el qué hacer, sino también el para qué y el cómo. Para ello es fundamental establecer objetivos estratégicos claros y cuantificables y acompañarlos con indicadores que faciliten el seguimiento de su consecución (ONU Habitat, 2018, p. 26-29).

El ejercicio de definición de los objetivos debe comenzar con un diagnóstico de las problemáticas y oportunidades del territorio que incorpore los diferentes puntos de vista existentes en el barrio objeto de transformación (Nebot et al, 2014). Partiendo del diagnóstico, la concreción de los objetivos debe ser fruto de una negociación transversal en la que se persigan extensos acuerdos en torno a lo que se quiere lograr con el proceso de transformación. Se trata por tanto de recoger la visión compartida del barrio a largo plazo para establecer una hoja de ruta a partir de la cual poner a los diversos actores a trabajar en torno a objetivos comunes. 

  • La innovación es un catalizador de la regeneración urbana

La innovación se considera uno de los ingredientes claves de la transformación (itdUPM, 2021), no solo a nivel urbano sino a todos los niveles territoriales, tal y como pone de manifiesto su creciente protagonismo en el diseño e implementación de las agendas locales, nacionales y europeas (Estrategia España 2050; España Puede; Agenda 2030). No solo existe el consenso de que la transformación está y ha de estar ligada a la innovación en su origen, desarrollo y consolidación sino que también empieza a haber unanimidad en qué tipo de innovación ha de ser. 

En los últimos años las transformaciones urbanas de diferente escala han puesto de manifiesto los beneficios de innovar poniendo en valor la acumulación de conocimiento ciudadano, de empresas y de otros actores locales (Observatorio de Ciencia Ciudadana, s.f; Subirats, 2015; Innosogo, s.f) frente a forzar la innovación mediante la imposición de recetas importadas, a menudo causantes de nuevos desequilibrios. Es decir, generar la transformación desde el saber hacer, desde lo cercano – por ser esto lo que mejor se conoce – introduciendo cambios útiles y orgánicos por y para el barrio.

  • El riesgo de gentrificación no debe impedir que se realicen transformaciones urbanas

La mejora del espacio público y de las infraestructuras, las actuaciones de promoción económica o la mejora de equipamientos son acciones comúnmente llevadas a cabo en procesos de transformación urbana con el objetivo de revitalizar barrios socioeconómicamente deprimidos y mejorar la calidad de vida de sus vecinos y vecinas. Es habitual que estas intervenciones atraigan población con un poder adquisitivo superior al de la población residente y generen tensiones alcistas en los precios de alquiler y venta de las viviendas, así como de los locales comerciales, llevando a un encarecimiento generalizado que desplaza fuera del barrio a la población a la que se pretendía dignificar con un barrio mejorado. Si bien, este efecto frecuente de la transformación no debe generar una equiparación de los procesos de transformación urbana con los de gentrificación, ni llevar a justificar la no aplicación de mejoras urbanas o a pensar que un barrio segregado es más digno o más inclusivo que uno expuesto a los riesgos de la gentrificación. Esto es así, en parte, porque la gentrificación es una consecuencia habitual, pero evitable, de la transformación. 

Para mermar esta externalidad generadora de expulsión de la población, los procesos de transformación urbana deben de tener por objetivo no solo mejorar los barrios, sino también proteger el derecho a la ciudad de la población residente mediante la provisión de mecanismos que garanticen la vivienda asequible y el acceso equitativo a los beneficios derivados de la acción pública (Sanz, 2018; Bravo, 2018).

  • Los procesos de transformación urbana co-gobernados tienen más probabilidades de evitar dinámicas de gentrificación

En línea con lo mencionado en el punto 1, los procesos de transformación que cuentan con la participación y coliderazgo de aquellos a quien pretenden satisfacer tienen mayor probabilidad de aumentar la calidad de vida sin expulsar a la población (ONU Habitat, 2019; López de Asiain, 2017) y a los negocios preexistentes que aquellos desvinculados de su público objetivo. Sin embargo, pese a resultar esto de sentido común, y ser una de las buenas prácticas más señaladas para evitar la gentrificación, a menudo, no se aplica. 

Uno de los motivos que llevan a desoír esta recomendación se deriva de los retos que plantea la participación, especialmente cuando se eleva al grado de codecisión. La inclusión de la ciudadanía y entes locales en la toma de decisiones se asocia por parte de numerosos equipos de gobierno municipal con el entorpecimiento del proceso decisorio y la escasa representatividad, alegando que son los grupos más extremos o con intereses más específicos los únicos que participan. Esta actitud reacia a la participación vinculante, a menudo lleva a crear mecanismos de participación superficial que “cubran el expediente” pero que no permiten incorporar y comprometer a los actores del barrio en la toma de decisiones (López de Asiain, 2017). Sin embargo, esta tendencia empieza a cambiar y se acentúa a medida que aparecen más experiencias de ciudades que están logrando atraer a un porcentaje creciente de la población mediante sistemas híbridos (online- presencial) y ágiles de participación que otorgan poder real a la ciudadanía y al resto de actores locales para influir en las decisiones que les afectan, como es el caso de los presupuestos participativos o de la nominación y votación de proyectos de barrio (decidim.barcelona, 2021; decide.madrid, 2019).

  • Es deseable que la transformación urbana se forje sobre acuerdos políticos estables en el largo plazo

Las transformaciones urbanas requieren del largo plazo para mostrar sus frutos. Se trata de procesos complejos y a menudo transversales a la vida de los barrios, por lo que necesitan de una estabilidad del marco normativo y político que los hace posibles. En otras palabras, y recuperando el punto 1, la transformación se desarrolla en torno a una estrategia con horizonte a largo plazo a la que se debe dar continuidad si se quieren lograr los objetivos consensuados en su concepción.

Los vaivenes políticos generan falta de credibilidad en el gobierno y crean incertidumbre en la ciudadanía y los negocios, lastrando el ritmo de la transformación e incluso comprometiendo su éxito. Para evitarlo, es conveniente que el gobierno que decide impulsar la estrategia de transformación negocie con la oposición y trabaje en un pacto de ciudad que dote de solidez al proceso, generando un clima de certidumbre y confianza visible para los actores que han de contribuir al logro de la estrategia.